Nuestro planeta está rodeado de una fina y tenue capa de gas, que nos mantiene cálidos y permite que el clima exista y básicamente hace la vida en la Tierra posible.
Pero esa preciada atmósfera nuestra se está fugando, cada segundo, al espacio exterior.
Afortunadamente, es una fuga muy lenta, ya que para que cualquier objeto (sea una molécula de gas, un cohete, o un gato) rompa la atadura de la gravedad de la Tierra y escape, tiene que salir volando de aquí a 34 veces la velocidad del sonido.
Se requiere la energía de una tonelada métrica de TNT para impulsar a una persona a esa velocidad (en la práctica se requiere más energía debido a la resistencia del aire y la necesidad de un cohete para sobrevivir al lanzamiento), y menos energía para objetos más ligeros: una décima de eso para un gato, por ejemplo.
Salvo el impacto de un gran asteroide que pueda expulsar grandes franjas de la atmósfera hacia el espacio, los únicos gases que regularmente escapan de la atmósfera de la Tierra hoy en día son el hidrógeno y el helio (los elementos más ligeros del universo).
Hay varias formas en las que las moléculas de hidrógeno y helio pueden terminar en una misión sin retorno hacia el espacio. Algunas, cerca de la parte superior de la atmósfera, simplemente obtienen suficiente energía del calor del sol para escapar.
Otras son partículas muy rápidas y cargadas que usualmente no podrían escapar debido al campo magnético de la Tierra.
Ocasionalmente, sin embargo, estas rápidas partículas sin electrones chocan contra una molécula neutral con suficiente fuerza para aflojar, y robar, uno de sus electrones.
Ahora, siendo neutra, la rápida partícula es libre del campo magnético de la Tierra, y si la colisión resulta colocarla en dirección a las estrellas, hacia allá irá.
Finalmente, algunas de las líneas del campo magnético terrestre son debilitadas y empujadas fuera de la Tierra por el viento solar, una violenta corriente de plasma emanada por nuestro sol.
Las partículas cargadas guiadas por estos campos magnéticos pueden simplemente salir volando por los extremos débiles como las chispas de un cable vivo.
Pero si nuestro planeta no tuviera un campo magnético, las cosas podrían ser mucho peores.
Marte, por ejemplo, no tiene un campo magnético protector, así que la poca atmósfera que tiene es constantemente golpeada y arrancada por el viento solar. Incluso con su burbuja protectora, la Tierra está perdiendo suficiente hidrógeno para llenar un globo de un metro cúbico cada segundo.
No hay necesidad de preocuparse, tomará unos pocos miles de millones de años antes de que perdamos todo el hidrógeno de esta forma, pero quizá algún día en el distante futuro, alguien mirará a la Tierra y se preguntará, tal y como hacemos ahora con Marte: ¿Hubo alguna vez vida en este trozo errante de roca?
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la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera en la actualidad
Hola estimado lector. Gracias a su activa colaboración, el estudio denominado “el experimento incontrolado más grande del mundo” ha alcanzado un hito histórico el 9 de Mayo de 2013.
Antes de lo previsto, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre ha alcanzado las 400 partes por millón.
Éste es un gran cambio desde hace 100 años atrás cuando la concentración era de sólo 300 partes por millón, debajo de la cual había estado por más de 800.000 años.
Hemos usado los métodos más efectivos para incrementar los niveles de CO2 en nuestra atmósfera: quemando carbón, petróleo y gas natural, talando árboles, y sorprendentemente, haciendo cemento.
En algunos aspectos, 400 ppm es sólo una cifra arbitraria, un número redondo y atractivo como los 4 minutos en la carrera de la milla, o la marca de los 7 mil millones para la población mundial, pero nos indica que hemos alcanzado una nueva fase de nuestro experimento en el planeta tierra.
¡Cada día que pasa, nos adentramos en territorio desconocido para la historia de la humanidad! Después de 400 ppm, ¿Quién sabe qué pasará? En realidad, nuestros resultados preliminares nos dan una muy buena idea.
Hemos visto con más frecuencia y mayor intensidad: inundaciones, incendios, sequías y tormentas. Derretimiento de las capas de hielo y el aumento del nivel del mar.
Quizá ya hayan experimentado algo de esto por ustedes mismos, y pueden esperar más en el futuro. Por favor, publiquen nuestra experiencia y díganle a sus amigos, familiares y políticos lo importantes que han sido sus contribuciones.
Después de todo, son las personas como ustedes y yo y grandes corporaciones con acceso a automóviles, aire acondicionado, supermercados, etc, quienes son responsables por la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero en la actualidad.
Este experimento mundial no puede continuar sin su participación. Así que recuerden, la próxima vez que dejen su automóvil al ralenti, su aire acondicionado encendido cuando no estén en casa, u olviden comer la comida que compraron... están formado parte de algo grande.
Antes de lo previsto, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre ha alcanzado las 400 partes por millón.
Éste es un gran cambio desde hace 100 años atrás cuando la concentración era de sólo 300 partes por millón, debajo de la cual había estado por más de 800.000 años.
Hemos usado los métodos más efectivos para incrementar los niveles de CO2 en nuestra atmósfera: quemando carbón, petróleo y gas natural, talando árboles, y sorprendentemente, haciendo cemento.
En algunos aspectos, 400 ppm es sólo una cifra arbitraria, un número redondo y atractivo como los 4 minutos en la carrera de la milla, o la marca de los 7 mil millones para la población mundial, pero nos indica que hemos alcanzado una nueva fase de nuestro experimento en el planeta tierra.
¡Cada día que pasa, nos adentramos en territorio desconocido para la historia de la humanidad! Después de 400 ppm, ¿Quién sabe qué pasará? En realidad, nuestros resultados preliminares nos dan una muy buena idea.
Hemos visto con más frecuencia y mayor intensidad: inundaciones, incendios, sequías y tormentas. Derretimiento de las capas de hielo y el aumento del nivel del mar.
Quizá ya hayan experimentado algo de esto por ustedes mismos, y pueden esperar más en el futuro. Por favor, publiquen nuestra experiencia y díganle a sus amigos, familiares y políticos lo importantes que han sido sus contribuciones.
Después de todo, son las personas como ustedes y yo y grandes corporaciones con acceso a automóviles, aire acondicionado, supermercados, etc, quienes son responsables por la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero en la actualidad.
Este experimento mundial no puede continuar sin su participación. Así que recuerden, la próxima vez que dejen su automóvil al ralenti, su aire acondicionado encendido cuando no estén en casa, u olviden comer la comida que compraron... están formado parte de algo grande.
cuáles son los diferentes modelos atómicos que existen
El universo es infinitamente extenso y fascinante, un cosmos lleno de enigmas que desde hace siglos cautiva a la humanidad. Generaciones de científicos han intentado explicar lo inconcebible.
Cuáles son los diferentes modelos atómicos que existen? En busca del origen de la materia, se funden las barreras entre el saber científico y los modelos de pensamiento filosófico. Hace más de 2000 años los filósofos de la antigua Grecia intentaron indagar en los misterios de la naturaleza, y acuñaron un término que habría de cambiar el mundo: el átomo, lo invisible. La unidad más pequeña posible indivisible de la naturaleza.
Aunque nunca demostraron su existencia. Dos mil años después, la observación meticulosa de la naturaleza descubrió la existencia de irregularidades. Los fenómenos naturales podían explicarse, describirse, y en ocasiones preverse. Aún se dio un paso más: se idearon experimentos. La naturaleza se resumió en cifras. El método científico había nacido.
John Dalton, usando estos métodos confirió a la idea de átomo un significado científico. A diferencia de los creadores griegos del concepto, no se conformó con suposiciones. Sirviéndose de una báscula, intentó descubrir las regularidades en reacciones químicas. Dalton definió los elementos químicos como materias que poseen un valor atómico propio, de átomos igual de grandes e igual de pesados. Dalton representó los átomos mediante círculos.
Los átomos no cambian. Cuando se produce una reacción química, sólo se reordenan. Cómo están unidos unos átomos con otros, Dalton sólo podía especular porque nunca pudo verlos. A partir del espesor de una película de aceite, se determinó ya entonces el tamaño de un átomo. Su tamaño era inferior a 1 millonésima de un centímetro. Microscópico por tanto.
El siglo diecinueve simboliza una época de progreso técnico y científico. El hombre comprendió que podía beneficiarse de los conocimientos que había adquirido sobre la naturaleza. Se apoderó de los tesoros de la Tierra y alumbró la oscuridad. Hacia finales de siglo uso para ello la corriente eléctrica. El progreso ya no podía detenerse.
Pero en el siglo 19 aún quedaba por demostrar la existencia de los átomos. Por eso, algunos científicos dudaban que existiera de verdad, y aquellos que creían en el átomo tuvieron que conformarse con las deficiencias de una teoría atómica basada en bolas de masa pura. Había algunas observaciones que sencillamente no tenían explicación. Qué determina la estructura de los cristales? cómo se realizan los enlaces químicos? Qué da color a las cosas? Estas y otras preguntas quedaban sin responder.
Al final, todo indicaba que los átomos a pesar de su significado inicial, sí que eran divisibles, y que están formados por partículas aún más pequeñas. En 1897 Joseph Thomson descubrió el electrón, una partícula única, más pequeña y ligera que el atomo más pequeño. En 1904 Thomson desarrolló un modelo atómico que establecía el electrón como un elemento constitutivo fundamental. Según este modelo, los electrones cargados negativamente están rodeados de una masa de materia cargada positivamente, similar a las pasas en la masa de un pastel.
El valor científico de este modelo del pastel de pasas fue más bien insignificante, pero sirvió para tentar a los físicos a estudiar a fondo la estructura del átomo. En efecto, Joseph Thompson atrajo a muchos jóvenes científicos interesados en trabajar en su laboratorio de Cambridge. Entre ellos, el neozelandés Ernest Rutherford.
En 1911 Rutherford usó radiación radioactiva para analizar el átomo en toda regla. Bombardeó con partículas alfa cargadas positivamente una finísima lamina de oro, que a su vez estaba formada de unos cientos de capas de átomos. Sorprendentemente, sólo unas pocas radiaciones sufrieron desviaciones. La mayoría atravesaron la lámina sin trabas. De este experimento, Rutherford dedujo que los átomos no podían ser una bola de masa, sino que la mayor parte de un átomo era espacio vacío. Sólo en casos muy aislados en los que los rayos rebotaban, parecían chocar con algo.
A partir de estas observaciones, Rutherford desarrolló su modelo atómico. Así pues, casi toda la masa del átomo se concentra en un minúsculo núcleo de carga positiva, que está rodeado de electrones. Para que el núcleo no atraiga a los electrones de carga negativa, estos se desplazan en una órbita semejante a los planetas alrededor del sol. No obstante, el modelo de Rutherford presentó un fallo determinante. De acuerdo con las leyes del electromagnetismo, los electrones alrededor del núcleo debían emitir energía constantemente, y en consecuencia precipitarse contra el núcleo. Si fuera así, los átomos no existirían Pero considerando que vivimos en un mundo comparativamente muy estable, el modelo de Rutherford debía ser falso. La idea decisiva para resolver este problema la tuvo en 1913 el físico danés y alumno de Rutherford, Niels Bohr.
Un modelo acertado no solamente debía ser capaz de explicar la evidente estabilidad de los átomos. También debía poder describir cómo emitían luces los átomos. Por tanto, debía poder esclarecer por ejemplo, cómo tenían lugar las líneas del espectro de hidrógeno. Este fue el punto de partida de Bohr. Clasificó dos órbitas de electrones según su energía. Un radio mayor significaba más energía, y uno más pequeño, menos energía. Cuando un electrón cae desde una órbita exterior a una interior, pierde energía, que desprende en forma de fotón. Con una energía específica, lo que se plasma con una línea clara en el espectro.
El modelo de Bohr únicamente permite que los electrones se sitúan en las órbitas más cercanas al núcleo, donde por tanto, no emiten energía. Que Bohr no pudiera fundamentar mejor estas hipótesis más o menos arbitrarias, le provocó una gran desazón. Sólo podía defender su modelo atómico en la medida en que coincidía con las observaciones de los físicos, y pudo explicar al menos el más sencillo de todos los átomos: el átomo de Hidrógeno.
En los años 1915 y 1916, el físico muniqués Arnold Sommerfeld amplió el modelo de Bohr definiendo las órbitas de los electrones como elípticas. El conocimiento adquirido sobre la estructura del átomo, permitió entender la base física de los sistemas periódicos en los elementos químicos. A partir del hidrógeno se podía inferir el resto de elementos químicos, completando con electrones las capas de la serie. La tabla periódica de los elementos se explicaba pues con la ordenación de los electrones.
El cambio político y social radical causado por el régimen de terror de los nacionalsocialistas, forzó a muchos físicos atómicos a abandonar Europa. La mayoría de científicos, frecuentemente judíos, huyó a Estados Unidos. En el curso de la segunda guerra mundial, la física nuclear comenzó a perder su inocencia. Fue Niels Bohr, defensor de las fuerzas angloamericanas, quien tomó la delantera a los alemanes en la construcción de la bomba nuclear. Del átomo, pasaron a ser físicos nucleares.
En una operación hercúlea, 180 mil hombres trabajaron en la construcción de la bomba atómica americana. engendraron el arma más terrible de todos los tiempos. En 1954, cerca de Ginebra se fundó la Organización Europea para la Investigación Nuclear. En ella se reúnen 13 naciones para estudiar conjuntamente los misterios de la materia.
Es asombroso, cuanto más pequeña es la materia estudiada más caros y colosales son los experimentos. Mientras tanto, se había identificado que el núcleo del átomo también está compuesto de partículas diminutas, de protones y neutrones. Ahora todos los esfuerzos se concentraban en buscar partículas aún más pequeñas, los últimos elementos constitutivos de la materia.
En aceleradores nucleares, enormes partículas cargadas eléctricamente (electrones, protones o pequeños núcleos atómicos) se aceleran a altas velocidades. A veces alcanzan casi la velocidad de la luz. Imanes gigantes mantienen las partículas en su órbita. Unas instalaciones especiales enfardan las radiaciones emitidas. Al chocar con otras partículas, permiten extraer conclusiones sobre su estructura.
Cada vez con más frecuencia se plantea la pregunta del sentido y el objetivo de unos esfuerzos tan monstruosos. Calmar la curiosidad del ser humano, el afán por descifrar hasta el último misterio de la naturaleza, es un motivo, pero no el único. Por supuesto, también los usos prácticos nos empujan a realizar este tipo de investigaciones básicas. La superconductividad, el fenómeno de transmisión de energía eléctrica sin resistencia, tiene una aplicación médica: Imanes superconductores se usan en la resonancia magnética nuclear. Los rayos láser hace tiempo que salieron de los laboratorios y se instalaron en nuestra vida cotidiana. Los rayos laser emanan cuando se fuerza a los átomos a emitir su luz sincronizadamente.
Quien quiera entender el fenómeno laser, no tienen otro remedio que estudiar cómo Niels Bohr los contenidos energéticos de los electrones en el átomo. De la fusión líquida, un cristal puro del elemento silicio. Conocemos sus propiedades eléctricas y las podemos modificar contaminando con los llamados materiales de dopaje. Así se pueden conseguir pequeñas áreas con propiedades eléctricas definidas. De este modo, podemos poner varios millones de transistores sobre una superficie muy pequeña. Una tecnología que ha cambiado nuestras vidas y cuyos progresos futuros son imprevisibles.
Las estructuras son cada vez más finas y más complejas. Simultáneamente, los aparatos son cada vez más precisos y refinados. Con agujas cuyas puntas están compuestas de un único átomo, podemos leer superficies. Con el microscopio reticulado podemos ser espectadores de la formación de cristales. Átomo a átomo, vemos crecer el cristal. Con el mismo método incluso podemos ver los átomos. Cada una de estas elevaciones es un átomo. Que tengamos tanta confianza en los átomos, hemos de agradecérselo por último al precursor de la teoría atómica moderna, Niels Bohr.
Cuáles son los diferentes modelos atómicos que existen? En busca del origen de la materia, se funden las barreras entre el saber científico y los modelos de pensamiento filosófico. Hace más de 2000 años los filósofos de la antigua Grecia intentaron indagar en los misterios de la naturaleza, y acuñaron un término que habría de cambiar el mundo: el átomo, lo invisible. La unidad más pequeña posible indivisible de la naturaleza.
Aunque nunca demostraron su existencia. Dos mil años después, la observación meticulosa de la naturaleza descubrió la existencia de irregularidades. Los fenómenos naturales podían explicarse, describirse, y en ocasiones preverse. Aún se dio un paso más: se idearon experimentos. La naturaleza se resumió en cifras. El método científico había nacido.
Dalton
John Dalton, usando estos métodos confirió a la idea de átomo un significado científico. A diferencia de los creadores griegos del concepto, no se conformó con suposiciones. Sirviéndose de una báscula, intentó descubrir las regularidades en reacciones químicas. Dalton definió los elementos químicos como materias que poseen un valor atómico propio, de átomos igual de grandes e igual de pesados. Dalton representó los átomos mediante círculos.
Los átomos no cambian. Cuando se produce una reacción química, sólo se reordenan. Cómo están unidos unos átomos con otros, Dalton sólo podía especular porque nunca pudo verlos. A partir del espesor de una película de aceite, se determinó ya entonces el tamaño de un átomo. Su tamaño era inferior a 1 millonésima de un centímetro. Microscópico por tanto.
El siglo diecinueve simboliza una época de progreso técnico y científico. El hombre comprendió que podía beneficiarse de los conocimientos que había adquirido sobre la naturaleza. Se apoderó de los tesoros de la Tierra y alumbró la oscuridad. Hacia finales de siglo uso para ello la corriente eléctrica. El progreso ya no podía detenerse.
Pero en el siglo 19 aún quedaba por demostrar la existencia de los átomos. Por eso, algunos científicos dudaban que existiera de verdad, y aquellos que creían en el átomo tuvieron que conformarse con las deficiencias de una teoría atómica basada en bolas de masa pura. Había algunas observaciones que sencillamente no tenían explicación. Qué determina la estructura de los cristales? cómo se realizan los enlaces químicos? Qué da color a las cosas? Estas y otras preguntas quedaban sin responder.
Thomson
Al final, todo indicaba que los átomos a pesar de su significado inicial, sí que eran divisibles, y que están formados por partículas aún más pequeñas. En 1897 Joseph Thomson descubrió el electrón, una partícula única, más pequeña y ligera que el atomo más pequeño. En 1904 Thomson desarrolló un modelo atómico que establecía el electrón como un elemento constitutivo fundamental. Según este modelo, los electrones cargados negativamente están rodeados de una masa de materia cargada positivamente, similar a las pasas en la masa de un pastel.
El valor científico de este modelo del pastel de pasas fue más bien insignificante, pero sirvió para tentar a los físicos a estudiar a fondo la estructura del átomo. En efecto, Joseph Thompson atrajo a muchos jóvenes científicos interesados en trabajar en su laboratorio de Cambridge. Entre ellos, el neozelandés Ernest Rutherford.
Rutherford
En 1911 Rutherford usó radiación radioactiva para analizar el átomo en toda regla. Bombardeó con partículas alfa cargadas positivamente una finísima lamina de oro, que a su vez estaba formada de unos cientos de capas de átomos. Sorprendentemente, sólo unas pocas radiaciones sufrieron desviaciones. La mayoría atravesaron la lámina sin trabas. De este experimento, Rutherford dedujo que los átomos no podían ser una bola de masa, sino que la mayor parte de un átomo era espacio vacío. Sólo en casos muy aislados en los que los rayos rebotaban, parecían chocar con algo.
A partir de estas observaciones, Rutherford desarrolló su modelo atómico. Así pues, casi toda la masa del átomo se concentra en un minúsculo núcleo de carga positiva, que está rodeado de electrones. Para que el núcleo no atraiga a los electrones de carga negativa, estos se desplazan en una órbita semejante a los planetas alrededor del sol. No obstante, el modelo de Rutherford presentó un fallo determinante. De acuerdo con las leyes del electromagnetismo, los electrones alrededor del núcleo debían emitir energía constantemente, y en consecuencia precipitarse contra el núcleo. Si fuera así, los átomos no existirían Pero considerando que vivimos en un mundo comparativamente muy estable, el modelo de Rutherford debía ser falso. La idea decisiva para resolver este problema la tuvo en 1913 el físico danés y alumno de Rutherford, Niels Bohr.
Bohr
Un modelo acertado no solamente debía ser capaz de explicar la evidente estabilidad de los átomos. También debía poder describir cómo emitían luces los átomos. Por tanto, debía poder esclarecer por ejemplo, cómo tenían lugar las líneas del espectro de hidrógeno. Este fue el punto de partida de Bohr. Clasificó dos órbitas de electrones según su energía. Un radio mayor significaba más energía, y uno más pequeño, menos energía. Cuando un electrón cae desde una órbita exterior a una interior, pierde energía, que desprende en forma de fotón. Con una energía específica, lo que se plasma con una línea clara en el espectro.
El modelo de Bohr únicamente permite que los electrones se sitúan en las órbitas más cercanas al núcleo, donde por tanto, no emiten energía. Que Bohr no pudiera fundamentar mejor estas hipótesis más o menos arbitrarias, le provocó una gran desazón. Sólo podía defender su modelo atómico en la medida en que coincidía con las observaciones de los físicos, y pudo explicar al menos el más sencillo de todos los átomos: el átomo de Hidrógeno.
Sommerfeld
En los años 1915 y 1916, el físico muniqués Arnold Sommerfeld amplió el modelo de Bohr definiendo las órbitas de los electrones como elípticas. El conocimiento adquirido sobre la estructura del átomo, permitió entender la base física de los sistemas periódicos en los elementos químicos. A partir del hidrógeno se podía inferir el resto de elementos químicos, completando con electrones las capas de la serie. La tabla periódica de los elementos se explicaba pues con la ordenación de los electrones.
El cambio político y social radical causado por el régimen de terror de los nacionalsocialistas, forzó a muchos físicos atómicos a abandonar Europa. La mayoría de científicos, frecuentemente judíos, huyó a Estados Unidos. En el curso de la segunda guerra mundial, la física nuclear comenzó a perder su inocencia. Fue Niels Bohr, defensor de las fuerzas angloamericanas, quien tomó la delantera a los alemanes en la construcción de la bomba nuclear. Del átomo, pasaron a ser físicos nucleares.
En una operación hercúlea, 180 mil hombres trabajaron en la construcción de la bomba atómica americana. engendraron el arma más terrible de todos los tiempos. En 1954, cerca de Ginebra se fundó la Organización Europea para la Investigación Nuclear. En ella se reúnen 13 naciones para estudiar conjuntamente los misterios de la materia.
Es asombroso, cuanto más pequeña es la materia estudiada más caros y colosales son los experimentos. Mientras tanto, se había identificado que el núcleo del átomo también está compuesto de partículas diminutas, de protones y neutrones. Ahora todos los esfuerzos se concentraban en buscar partículas aún más pequeñas, los últimos elementos constitutivos de la materia.
En aceleradores nucleares, enormes partículas cargadas eléctricamente (electrones, protones o pequeños núcleos atómicos) se aceleran a altas velocidades. A veces alcanzan casi la velocidad de la luz. Imanes gigantes mantienen las partículas en su órbita. Unas instalaciones especiales enfardan las radiaciones emitidas. Al chocar con otras partículas, permiten extraer conclusiones sobre su estructura.
Cada vez con más frecuencia se plantea la pregunta del sentido y el objetivo de unos esfuerzos tan monstruosos. Calmar la curiosidad del ser humano, el afán por descifrar hasta el último misterio de la naturaleza, es un motivo, pero no el único. Por supuesto, también los usos prácticos nos empujan a realizar este tipo de investigaciones básicas. La superconductividad, el fenómeno de transmisión de energía eléctrica sin resistencia, tiene una aplicación médica: Imanes superconductores se usan en la resonancia magnética nuclear. Los rayos láser hace tiempo que salieron de los laboratorios y se instalaron en nuestra vida cotidiana. Los rayos laser emanan cuando se fuerza a los átomos a emitir su luz sincronizadamente.
Quien quiera entender el fenómeno laser, no tienen otro remedio que estudiar cómo Niels Bohr los contenidos energéticos de los electrones en el átomo. De la fusión líquida, un cristal puro del elemento silicio. Conocemos sus propiedades eléctricas y las podemos modificar contaminando con los llamados materiales de dopaje. Así se pueden conseguir pequeñas áreas con propiedades eléctricas definidas. De este modo, podemos poner varios millones de transistores sobre una superficie muy pequeña. Una tecnología que ha cambiado nuestras vidas y cuyos progresos futuros son imprevisibles.
Las estructuras son cada vez más finas y más complejas. Simultáneamente, los aparatos son cada vez más precisos y refinados. Con agujas cuyas puntas están compuestas de un único átomo, podemos leer superficies. Con el microscopio reticulado podemos ser espectadores de la formación de cristales. Átomo a átomo, vemos crecer el cristal. Con el mismo método incluso podemos ver los átomos. Cada una de estas elevaciones es un átomo. Que tengamos tanta confianza en los átomos, hemos de agradecérselo por último al precursor de la teoría atómica moderna, Niels Bohr.
recursos renovables
Los recursos renovables son todos aquellos recursos proporcionados por la naturaleza que pueden volver a producirse con el tiempo sin necesidad de intervención de ningún humano. Actualmente el ser humano está aprovechando poco a poco los recursos renovables, gracias a la utilización de estos mismos evitamos el consumo de otros recursos que pueden llegar a ser importantes e imprescindibles en un futuro.
Las energías renovables poco a poco se están volviendo la principal fuente de energía, dentro de poco puede que todos estemos consiguiendo energía eléctrica por medio de molinos o paneles solares sin contaminar al medio ambiente.
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