La central hidroeléctrica El Cajón, en México

Generar energía barata, limpia y poco contaminante, ha sido lo que las compañías eléctricas han estado buscando durante tiempo. Por suerte, si se dispone de un valle enorme y de una ingente cantidad de agua, es posible almacenar toda esa energía latente. Todo lo que hace falta es construir una presa hidroeléctrica. Como por ejemplo la presa de El Cajón, en el oeste de México. Hicieron falta más de 500 millones de euros y cuatro años para construirla. Mantenerla funcionando exige un ejército de trabajadores especializados, que cada día arriesgan la vida y la integridad física, para asegurar un abastecimiento constante de electricidad.

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El Cajón es una de las presas más grandes de este estilo en todo el mundo, y construirla fue una hazaña realmente extraordinaria dentro del campo de la ingeniería. Los trabajos empezaron en 2003, y para que se pudiera llevar a cabo la construcción de la presa se tuvo que desviar el río Santiago. Se tuvieron que construir varias presas más pequeñas y se tuvieron que excavar dos grandes túneles bajo tierra en la roca. Una vez que se hubo secado el lecho del río, se limpió hasta llegar al nivel geológico de rocas y se puso una base de hormigón. Mediante taladros, explosivos, tractores y camiones, se extrajeron millones de toneladas de roca de una cantera, y después de procesarla con trituradoras y cribadoras, se transportó hasta el lugar de la obra para hacer con ella el centro de la presa.



En total, se usó la impresionante cantidad de 10,9 millones de metros cúbicos de roca, que luego se cubrieron con 63 mil metros cúbicos de hormigón. Mientras tanto, en las profundidades de la tierra se construía una enorme central eléctrica, donde alojar las gigantescas turbinas y generadores que transforman la energía potencial del agua en electricidad. En total hicieron falta cuatro años para terminar las obras, y durante ese tiempo los trabajadores consumieron 2 toneladas de tortillas y media tonelada de carne al día. Por fin, 500 millones de euros después, el 1 de junio de 2007 se inauguró El Cajón. La presa mide 640 metros de longitud y 178 de altura, y contiene un embalse de 5 mil millones de metros cúbicos de agua. Lo que permite generar 750 megavatios de electricidad, la energía suficiente para casi un millón de personas.

Mantener en funcionamiento una instalación de estas características es una gran responsabilidad y esa es la tarea del superintendente Mario Vargas. Para saber cuánta energía tiene que proporcionar en cada momento, Mario está en contacto constante con la autoridad energética de México: la Comisión Federal de Electricidad (CFE). La CFE controla los centros de producción de energía de México, para asegurarse de que proporcionan la suficiente electricidad. Como no se pueden almacenar grandes cantidades de electricidad, es mejor generarla dependiendo de las necesidades del momento. Eso quiere decir que si sube la demanda, las centrales deberán ponerse en marcha y que deberán parar si la demanda baja.

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Cuando la demanda sube, se recibe la orden de poner en funcionamiento los enormes generadores de El Cajón. El agua basa por dos tuberías de ocho metros de diámetro y 250 metros de longitud, a razón de 260 metros cúbicos por segundo. Fluye hasta la enorme central eléctrica subterránea que se aloja en una cueva excavada en la roca. Esta es la razón por la que se construyó la presa, porque en el fondo, El Cajón no es más que un molino de agua gigantesco. Mientras el agua corre a través de los túneles, su energía cinética se convierte en mecánica, mientras empuja las hojas de sus dos inmensas turbinas.

Estas turbinas están unidas por ejes impulsores a dos grupos turbogeneradores de eje vertical, que convierten esta energía mecánica en electricidad. La energía se genera a 17 kilovoltios, y se lleva hasta la superficie mediante cables, donde se convierte a 400 kilovoltios, para su distribución en la red eléctrica. Aquí entran en juego las líneas de alta tensión, ya que sin esos cables la central no puede distribuir energía a la red.

Cuáles son los peligros de las centrales hidroeléctricas


Las inundaciones son el mayor peligro que se crea al construir una presa del tamaño de la de El Cajón. Una fisura insignificante en la pared de la presa sería catastrófica para los pueblos del valle, por eso, el nivel del agua se comprueba cada 20 minutos, para que se mantenga al menos un metro por debajo de la parte superior de la presa. Si sube demasiado, se abre una compuerta especial, que permite que el agua se desvíe y no entre en el embalse. Pero la amenaza de inundación a causa de las lluvias no es el único peligro.

Como la mayor parte del occidente de México esta zona es propensa a los terremotos, e incluso un desplazamiento mínimo del suelo podría crear graves problemas a la presa. Para controlar la prensa y las áreas circundantes, hay una sismóloga en la plantilla de El Cajón. Esmeralda González, cada día comprueba los datos que llegan de los sensores situados en las profundidades de la pared de la presa. Estos sensores le permiten saber si ha habido algún desplazamiento en la estructura principal. lo que se usa es un sismógrafo y los acelerógrafos, que detectan los posibles cambios o movimientos en las tierra.

Además de los sensores que hay dentro de la presa, la estructura externa también se controla usando una combinación de un prisma y un rayo láser. Al proyectar el láser desde un punto de la ladera de la montaña, son capaces de medir con precisión cualquier cambio en la posición de la presa. Si hubiera un movimiento pudiera llegar a ocasionar fracturas o fisuras en el concreto y provocaría filtraciones. Pero mientras esta combinación de sensores pueden controlar los cambios en la presa, la única forma de estar seguros de su integridad estructural es inspeccionarla de manera visual con regularidad. Por eso hay buceadores como Xavier Rodríguez y Martín Gutiérrez, que a menudo se meten bajo el agua para ver si hay signos de daños.

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