Quienes visitaron España en las décadas de los 70 y 80, y aún no han vuelto a visitarla, quedarán sin duda conmovidos por el cambio de algunos paisajes en la península. La revolución que ha significado la instalación de numerosísimos parques eólicos a lo largo y ancho de la península ha cambiado para siempre aquella imagen de la España del Quijote, con sus típicos molinos de viento.
Ahora las crestas de algunas sierras y colinas están infestadas de mastodónticos molinos blancos que giran sus brazos como supieron hacerlo sus antepasados en épocas de Cervantes. Claro que su función es totalmente diferente; aquellos se utilizaban para moler el grano; estos para generar energía eléctrica.
Han pasado más de cuatro siglos desde que arremetiera don Quijote contra aquellos gigantes, y el mundo no es lo que era. Hoy se necesita mucha energía para satisfacer las necesidades de unos voraces sistemas de producción. El costo del petróleo y la necesidad de mantener bajo el déficit de las cuentas públicas en lo que a importación de combustibles se refiere, ha dado un gran impulso al desarrollo de la industria de las energías alternativas.
España acaba de presenciar como en el 2012 las fuentes de energías renovables, la energía eólica, la energía hidráulica y la energía solar, alcanzaron nada menos que el 32% de participación en la generación global de energía en la península, superando a la energía nuclear y al carbón. La energía eólica aporto el 18% de participación en la torta energética.
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